Javier Hernández Alpízar
Cuando en 1994 apareció el EZLN y, de madrugada, mientras los salinistas brindaban por el "arribo" al primer mundo del país que pretendían gobernar por varios sexenios, un ejército indígena tomó varias ciudades de Chiapas, la principal de ellas San Cristóbal de las Casas, México padecía una hegemonía casi sin contrapesos del neoliberalismo salinista, pero la burbuja de la mentira se desinfló como las especulaciones de la bolsa de valores.
Antes del cambio de régimen, el asesinato de Luis Donaldo Colosio fue la señal del poder: Si podemos sacrificar a nuestro delfín es porque nadie está a salvo. Desde entonces, los señores del poder y del dinero han tenido un objetivo: socavar la legitimidad del EZLN para, aislado del resto de las organizaciones de abajo y a la izquierda en México, atacarlos militarmente.
El EZLN mostró su carácter desde el inicio: Declaró la guerra formalmente al gobierno ilegítimo de México (en ese entonces encabezado por un grupo compacto de Salinas de Gortari, Luis Donaldo Colosio, Manuel Camacho Solís (cuyo brazo derecho era Marcelo Ebrard Casaubón), Pedro Aspe Armella, y José Francisco Ruiz Massieu). Ya nadie, ni los gobiernos como el de Washington declara la guerra: Atacan por sorpresa y esperan sacar todas las ventajas de no seguir regla alguna. El EZLN atacó por sorpresa, pero declaró formalmente la guerra no a un presidente sino a un régimen ilegítimo, y apeló a las convenciones de Ginebra para conflictos internos, es decir: al derecho internacional para la guerra. Además, fundamentó su rebelión en un artículo, el 39, de la Constitución política mexicana.
Como grupo armado insurrecto no dijo que tomarían el poder y cambiarían el país encabezado por ellos como "vanguardia" del proletariado, sino que ordenaban a sus tropas que en las zonas liberadas permitieran a los ciudadanos elegir libre y democráticamente a sus gobernantes.
Desde entonces, el sector duro del poder se vio inmensamente frustrado por no poder acorralar militarmente al EZLN y descabezarlo, aplastando a sangre y fuego la rebelión, como lo han hecho todos los gobiernos de la Nueva España y del México independiente, conservadores y liberales, lo mismo Santa Anna, Benito Juárez o Porfirio Díaz, contra todos los alzamientos armados o civiles indígenas, campesinos y populares.
Lo que impidió al Ejército mexicano poder seguir su campaña de guerra regular fue la gran legitimidad de la palabra zapatista. Tal como pensaban los magonistas de inicios del siglo XX, la palabra sencilla de pronto expresó el sentir, el pensar, las necesidades de una inmensa cantidad de personas en México y el mundo.
Se trata de un grupo indígena, se trata de un grupo que busca (y ahora practica en sus territorios, aún en medio del asedio militar) la democracia más directa y radical: mandar obedeciendo; el respeto y la lucha por la diversidad: un mundo donde quepan muchos mundos; y la economía más solidaria posible: para todos, todo; nada para nosotros.
Inmediatamente el relevo del asesinado Colosio (y jefe de campaña "fallido", al que le mataron al candidato en público y en medio de un acto de proselitismo), Ernesto Zedillo, inició una guerra de contrainsurgencia que hoy abarca no solamente Chiapas sino todo el país: Paramilitares, cerco militar, intensa acción de instituciones de gobierno en la zona tratando de separar a las organizaciones no zapatistas del EZLN y de ser posible hacerle perder bases y apoyo social, mediante el dinero de la asistencia social al servicio de la contrainsurgencia, a cargo de estos programas en diversos momentos trabajaron personajes como Dante Delgado Rannauro (Coordinador de la Comisión para el Bienestar Social y Desarrollo Económico Sustentable para el Estado de Chiapas en 1995) y Luis H. Alvarez. Hoy trabaja en ello a todo vapor Juan Sabines. Incluso la alternancia de partidos fue un elemento para tratar de legitimar a los gobiernos encargados de la represión.
En los Estados Unidos tuvieron que actualizar sus estrategias de contrainsurgencia, sin dejar de usar las que ya han aplicado en México (guerra sucia, especialmente contra Lucio Cabañas), en toda América Latina (la muerte del Che en Bolivia es uno de sus logros) y en el mundo entero: Descubrieron que alrededor del EZLN se formó no una organización, tradicional, con claros mandos y estructura, sino una vasta red de solidaridad que funcionó sin ponerse de acuerdo, replicando las palabras del EZLN y uniendo sus luchas y acciones en un sentido no sólo nacional sino internacional: Aún no pasaba una semana del alzamiento en Chiapas y ya en Italia una huelga obrera reivindicaba a Zapata.
Los conceptos de "redes" y sus subsidiarios como "nodos" fueron usados para describir este tipo de coordinación de luchas que simpatizaron y apoyaron al EZLN. Y también se desarrolló una contrainsurgencia en red, para poder desarticular tanto al EZLN como a cualquier otro intento, armado o no, de cambiar el país.
Después, la paramilitarización en los lugares donde la organización social plantea un desafío al status quo fue la norma y pasó de Chiapas a Oaxaca, Guerrero, Michoacán, y ahora, bajo el disfraz de "crimen organizado" o "combate" al mismo, a casi todo el país.
Pero el poder (tanto en Washington como en la Ciudad de México y en las oficinas de Bucareli como las de los partidos políticos todos) aprendió que la primera batalla que habían perdido en 1994 fue la de la comunicación.
Inmediatamente emprendieron la publicación de libros con información directamente proporcionada por los departamentos de la contrainsurgencia gubernamental, como La rebelión en las cañadas y Marcos, la genial impostura, que iniciaron su labor de zapa por librerías, bibliotecas, "reseñas" y aplausos de los intelectuales del poder, como en Nexos y Letras Libres. La operación de contrainsurgencia académica, intelectual y periodística ha tenido sus avances: Lavar la imagen de Zedillo por la masacre de Acteal y liberar a los detenidos haciendo pasar a los masacrados por "guerrilleros", con el apoyo de plumas como la de Aguilar Camín, es un logro de años de tesón contrainsurgente.
El diario Milenio ha cumplido un papel importante en la filtración de desinformación desde el poder, destinada a generar una imagen de "terroristas" al EZLN y grupos simpatizantes.
Esta vez la carnada fue el dudoso secuestro de Diego Fernández de Cevallos, uno de los relevos de los operadores del salinismo asesinados (Colosio, Ruiz Massieu), con impunidad asegurada desde el poder, o peleados y trasladados (con todo e ideario de "liberalismo social") al changarro de la competencia (Camacho y Ebrard).
La acusación contra La Otra Campaña de que uno de sus grupos "adherentes" realizó el secuestro tiene una clara finalidad: Justificar la criminalización de la protesta y la lucha social y la represión que ya el poder ha venido practicando tanto contra integrantes de La Otra Campaña como contra todo luchador social, defensor de los derechos humanos o inconforme.
De pronto los "misteriosos desaparecedores", y luego su nuevo membrete: "Red de Transformación Global", dieron el siguiente paso: una carta firmada por un supuesto "Guerrero Balam" en la que atribuyen el dudoso secuestro al EZLN y a la Otra Campaña.
Para quien tenga la suficiente información y memoria, es claro y burdo el montaje, pero recientemente incluso articulistas y colectivos ansiosos de que "algo pase" en México dieron el beneficio de la duda a los textos de marras. Ya salió el peine: los "misteriosos" resultaron una estrategia de contrainsurgencia.
En México, la desinformación de la mayor parte de la población es brutal. Incluso debe decirse que mientras más ven televisión, escuchan radio y leen periódicos de nula ética periodística como Milenio, más desinformados están.
De modo que la mentira podría dar al gobierno una coartada para la cacería de brujas preparada desde hace más de 10 años y que hasta ahora la legitimidad de la lucha del EZLN le ha impedido.
Hay que tener mucho cuidado con este tipo de supuestos "redentores" misteriosos, porque cada tanto aparece un nuevo Móndrigo en México. Y al lado de él, la represión.
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